11.6.14

XIII Cross Alpino del Telégrafo

Una chulada de carrera. Aunque en estas fechas el calor empieza a ser agobiante, en la sierra, de buena mañana, por bosques y riachuelos, el ambiente es estupendo. 
A las 8h despedimos a los valientes que partían para enfrentarse al duro Maratón Alpino (MAM). Parecían soldados camino de la guerra, con todos sus pertrechos (mochilas, bastones, bidones, geles, chubasqueros, qué sé yo) y mandando besos de despedida. 
Nos quedamos 305 para la carrera pequeña, que consiste básicamente en ir de Cercedilla al puerto de Navacerrada y volver, 17km con un desnivel acumulado de 1.600 m. Me coloco en la parte delantera, para evitar los atascos del inicio, pero no salgo nada rápido. Al revés, me lo tomo con calma, que ya voy teniendo experiencia en estas lides. Enseguida empiezan unos buenos repechos, camino del embalse de Navalmedio. Voy adelantando posiciones poco a poco, y así sigo una vez nos adentramos en el bosque. Por una orilla o por la otra, remontamos junto a un arroyo camino del puerto de Navacerrada. Senderos estrechos, variados, cada vez más empinados. 



El tramo final de bosque lo hago junto a la primera chica, que marca un fuerte ritmo. Es el único momento en toda la carrera exigiéndome. Desde el puerto hasta el alto del Telégrafo se sube andando. Primero siguiendo la pista de ski y luego trepando por rocas como las cabras. Coronamos un grupito de tres: otro colega cincuentón, la chavala y servidor cerrando grupo en el puesto 21 de la general.
Le comento a la chica que lleva bastante ventaja sobre la segunda. Me dice que ha subido muy fuerte porque tiene que bajar forzosamente despacio, que es su primera carrera de montaña y no le interesa cargarse demasiado las piernas bajando, pues en una semana tiene el Cto. de España de Triatlón. Pues nada, le animo, me despido de ella y bajo en busca del otro colega.
La idea es bajar con precaución la primera mitad, con más desnivel, y apretar los últimos kilómetros, donde el sendero es ya menos técnico. En el puerto paro a beber y a la altura de la estación de tren entro de nuevo en el bosque. Un tramo bonito, pues al ser de doble sentido se va uno cruzando con el grueso del pelotón, que sube andando.
Ya más solos, en algún punto entre los km 10 y 12, en un tramo rápido de tierra, árboles y raíces, me tropiezo con una de ellas y me veo volando de cabeza. Ante la inminencia del aterrizaje volteo para no darme de piños. Aterrizo con manos, cabeza, espalda, cadera y el golpe más duro en las costillas. Menudo hostión. Grito, de susto y de dolor. Me quedo quieto, intentando notar si me he roto algo. Respiro bien. Empiezo a incorporarme, muy despacio. Los raspones ni se ven, cubiertos de tierra. El costado duele mucho, pincha por todos lados, pero por suerte nada agudo concreto. Quizá no me haya roto nada. 
Dos minutos más tarde decido seguir, despacio, y ver qué tal reacciono. Puedo. Cualquier saltito me hace ver las estrellas, así que intento bajar lo más sobrio posible. Cuando el terreno pierde algo de pendiente me da rabia no poder ir más rápido, pues de fuerzas voy fenomenal. Aún así me voy animando cada vez más, me reengancho a un grupito de buen ritmo y en la parte final vuelvo a recuperar varios puestos. 
Llego al pueblo dolorido pero contento, cruzo meta y me voy directo al servicio médico. Que no parece haber fisura o algo así, pero que me vaya tomando algo para el dolor porque las consecuencias del costalazo me van a perseguir mínimo varias semanas. Jódó. 
Con la ducha aparecen los raspones en cadera y escápula, muy vistoso, pero el trompazo está en el costado izquierdo y ese no se ve, pero duele. Y mucho. Salen las clasificaciones. 26º de la general y 1º de mi categoría, Veterano B Masculino. Uahhh, fenomenal. Muy contento. No me quedo para la entrega de trofeos y regalos, pues habría que esperar varias horas hasta la llegada de los maratonianos y tengo cierta prisa. 
Una pena el fallo de la caída, pero ya se pasará. Lo que queda es una carrera bonita y espectacular, de las de repetir.